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El caso de los Panama Papers
Los Papeles de Panamá o Panama Papers se refiere a los 11.5 millones de documentos confidenciales cifrados filtrados que eran propiedad de la firma de abogados Mossack Fonseca, con sede en Panamá. Los documentos fueron divulgados el 3 de abril de 2016 por el periódico alemán Süddeutsche Zeitung (SZ), denominándolos los “Papeles de Panamá”.
El documento expuso la red de más de 214.000 paraísos fiscales que involucran a personas y entidades de 200 naciones diferentes. Un esfuerzo de equipo de un año de SZ y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) se dedicó a descifrar los archivos cifrados antes de que se hicieran públicas las revelaciones.
Aspectos generales de los Panama Papers
Los Papeles de Panamá son documentos que contienen información financiera personal sobre una serie de personas adineradas y funcionarios públicos que anteriormente se habían mantenido en privado. Entre los nombrados en la filtración se encontraban una docena de líderes mundiales actuales (al momento de la divulgación) o anteriores, otros 128 funcionarios públicos, políticos y cientos de celebridades, empresarios y otras personas ricas.
Las entidades comerciales extraterritoriales son legales en general y la mayoría de los documentos no mostraban ningún comportamiento inapropiado o ilegal. Pero los reporteros revelaron que algunas de las empresas fantasma creadas por Mossack Fonseca habían sido utilizadas con fines ilegales, incluido el fraude, la evasión de impuestos y elusión de sanciones internacionales.
El Papel de las empresas fantasma
Una corporación fantasma es una corporación sin operaciones comerciales activas o activos significativos. Estos tipos de corporaciones no son necesariamente ilegales, pero a veces se usan de manera ilegítima, como para disfrazar la propiedad comercial de las fuerzas del orden o del público con el fin de evadir impuestos. Las razones legítimas para una corporación fantasma incluyen cosas como una startup que usa la entidad comercial como un vehículo para recaudar fondos, realizar una adquisición hostil o cotizar en bolsa.
Cuando una persona o empresa establece una compañía fantasma en un paraíso fiscal, puede de esta forma dirigir hacia ella sus ingresos sin que estos puedan ser registrados como tales por una autoridad regulatoria o impositiva. De esta forma, la empresa o individuo puede registrar los pagos hacia tales como compañías como pagos o gastos en lugar que como ingresos gravables.
¿Paraíso fiscal o trampa fiscal?
Con una creciente presión de parte de organizaciones como la OCDE y el G20, los paraísos fiscales encuentran cada vez más difícil mantener su existencia. El creciente número de acuerdos de Intercambio de Información, y los tratados de asistencia legal mutua entre paraísos fiscales y otras naciones como los Estados Unidos, podrían poner freno a la ventaja competitiva de los paraísos fiscales.
Los tratados de intercambio hacen obligatorio compartir información en casos como la ejecución de las leyes y las investigaciones criminales. Para hacer las cosas peor, algunos paraísos fiscales tienen que hacer frente a las consecuencias de su propia creación. Los inversores que estén pensando en poner su dinero en paraísos fiscales deberían tomar nota del caso de Liechtenstein que sacudió al mundo en el 2008, cuando Alemania inició una serie de investigaciones por evasión impositiva debido a la información bancaria vendida por un técnico bancario. Muchos ciudadanos alemanes que habían confiado sus cuentas en Liechtenstein para evadir impuestos se encontraron a sí mismos expuestos. La información filtrada también puso a evasores de impuestos de Estados Unidos, de Francia, el Reino Unido y de otros países en riesgo de investigaciones impositivas.
Más recientemente, la filtración de los Panamá Papers renovó el interés por las investigaciones sobre las compañías establecidas extraterritorialmente.
El costo real de los paraísos fiscales
Hasta la crisis financiera de 2008, los paraísos fiscales generalmente se veían como espectáculos exóticos de la economía mundial, las islas del Caribe o las fortalezas financieras alpinas frecuentadas por celebridades, gánsteres y aristócratas adinerados. Desde entonces, el mundo ha despertado ante dos hechos aleccionadores: primero, el fenómeno es mucho más grande y más central para la economía global de lo que casi nadie había imaginado; y segundo, los paraísos más grandes no están donde pensábamos que estaban.
Los paraísos fiscales colectivamente cuestan a los gobiernos entre USD 500 mil millones y USD 600 mil millones al año en ingresos fiscales corporativos perdidos, según la estimación (Crivelli, de Mooij y Keen 2015; Cobham y Janský 2018), a través de medios legales (elusión fiscal) y no tan legales (evasión fiscal). De esa pérdida de ingresos, las economías de bajos ingresos representan unos USD 200 mil millones, lo cual representa un impacto mayor como porcentaje del PIB que las economías avanzadas y más de los USD 150 mil millones aproximadamente que reciben cada año en asistencia exterior para el desarrollo. Solo las empresas estadounidenses Fortune 500 tenían un estimado de USD 2.6 billones (millones de millones) en el extranjero en 2017, aunque una pequeña parte de eso ha sido repatriado luego de las reformas fiscales de EE. UU. en 2018.
Las corporaciones no son los únicos beneficiarios de las figuras legales que ofrecen estos refugios a la riqueza. Las personas naturales han escondido USD 8.7 billones (millones de millones) en paraísos fiscales, estima Gabriel Zucman (2017), economista de la Universidad de California en Berkeley. Las estimaciones más completas del economista y abogado James S. Henry (2016) arrojan un asombroso total de hasta 36 billones (millones de millones) de dólares. Ambos, asumiendo tasas de rendimiento muy diferentes, sitúan las pérdidas fiscales individuales en el impuesto sobre la renta en alrededor de $ 200 mil millones al año, que deben sumarse al total corporativo.
Estas estimaciones altamente inciertas varían ampliamente debido al secreto financiero y los datos oficiales irregulares y porque no existe una definición generalmente aceptada de paraíso fiscal. La definición de Nicholas Shaxson, un periodista dedicado al estudio de la evasión impositiva, se reduce a dos palabras: «escapar» y «en otro lugar». Para escapar de las reglas que no le gustan, los ultramillonarios llevan su dinero a otra parte, al extranjero, a través de fronteras. Shaxson prefiere una definición tan amplia porque estos paraísos afectan mucho más que los impuestos: brindan una ruta de escape de las regulaciones financieras, la divulgación, la responsabilidad penal y más. Debido a que los principales usuarios corporativos de los paraísos fiscales son las grandes instituciones financieras y otras multinacionales, el sistema inclina el campo de juego contra las pequeñas y medianas empresas, lo que sirve como un apoyo a los monopolios y a la competencia desleal.
El daño político, aunque no cuantificable, debe agregarse a la hoja de cargos de estas entidades: principalmente, los paraísos fiscales proporcionan escondites para las actividades ilícitas de las élites que los utilizan, a expensas de la mayoría menos poderosa que son los ciudadanos comunes. Los paraísos fiscales se defienden identificándose como conductos “impositivos neutrales” que ayudan a que las finanzas y las inversiones internacionales fluyan sin problemas. Pero si bien los beneficios para los actores privados involucrados son evidentes, lo mismo puede no ser cierto para el mundo en su conjunto; Actualmente se acepta ampliamente que, además de las pérdidas fiscales, permitir que el capital fluya libremente a través de las fronteras conlleva riesgos, incluido el peligro de inestabilidad financiera en las economías de mercados emergentes.
Como regla general, cuanto más rico es un individuo y más grande es una corporación multinacional (algunas tienen cientos de subsidiarias en el extranjero), más profundamente están insertadas en el sistema offshore y más enérgicamente lo defienden. Los gobiernos poderosos también tienen intereses; la mayoría de los paraísos principales se encuentran en economías avanzadas o dentro de sus territorios. El índice Corporate Tax Haven de Tax Justice Network ubica entre los tres primeros a las Islas Vírgenes Británicas, Bermudas y las Islas Caimán, todos territorios británicos de ultramar. El Índice de Secreto Financiero de la organización clasifica a Suiza, Estados Unidos y las Islas Caimán como las tres principales jurisdicciones en cuanto a riqueza privada.
Para comprender por qué las jurisdicciones ricas encabezan la lista, uno podría reflexionar sobre cuántos nigerianos ricos podrían esconder activos secretos en Ginebra o Londres, luego considerar cuántos suizos o británicos ricos esconderían activos en Lagos. El capital extraterritorial tiende a drenar el dinero de los países pobres a los ricos.
Y el sistema offshore está creciendo. Cuando una jurisdicción crea una nueva laguna fiscal o una instalación de secreto que atrae con éxito el dinero móvil, otras hacen lo mismo o la superan en una carrera hacia abajo. Eso ha contribuido a una caída dramática en las tasas de impuestos corporativos promedio, que han disminuido a la mitad, del 49 por ciento en 1985 al 24 por ciento en la actualidad. Para las multinacionales estadounidenses, las ganancias corporativas que se trasladan a paraísos fiscales han aumentado de un estimado de 5% a 10% de las ganancias brutas en la década de 1990 a alrededor de 25 a 30% en la actualidad.
Los Principios globales de impuestos corporativos
Los principios del sistema internacional de impuestos corporativos se establecieron en la Liga de las Naciones hace casi un siglo. Estos principios tratan a las empresas multinacionales como “entidades separadas” débilmente conectadas. Esto es una ficción: las multinacionales de hecho obtienen una gran fuerza de su naturaleza unitaria, cosechando poder de mercado y economías de escala en diversas partes del mundo. Si el todo vale más que la suma de sus partes (geográficamente diversas), ¿qué países pueden gravar ese valor extra? Rara vez se trata de países de menores ingresos, ya que el sistema tiende a dar preferencia al lugar donde las multinacionales tienen su sede, generalmente países ricos. Es decir, aunque las grandes empresas operan y obtienen ganancias en todo el mundo, generalmente pagan sus impuestos en los países ricos.
Además, las multinacionales pueden manipular los denominados precios de transferencia de las transacciones entre estas filiales para trasladar las ganancias de jurisdicciones con impuestos altos a jurisdicciones con impuestos bajos. Por ejemplo, la filial de una empresa puede tener una patente en un paraíso fiscal y cobrar regalías de marca exorbitantes a las filiales en países con impuestos altos, maximizando así las ganancias en la jurisdicción de impuestos bajos. En teoría, los precios de transferencia están destinados a reflejar los precios de mercado que prevalecerían en transacciones en condiciones de plena competencia entre dos partes no relacionadas. Pero esos precios a menudo no se pueden establecer fácilmente: Por ejemplo, uno puede intentar valorar un dispositivo único para un motor a reacción que no se vende en el mercado abierto, o una patente de un medicamento. En la práctica, el valor es a menudo lo que dicen los contables de la empresa. Estas jugadas legales hacen que la evasión fiscal sea mucho más beneficiosa y alcance a jurisdicciones que no son paraísos fiscales, pues en estas las empresas registran grandes costos que pagan a sus propias filiales ubicadas en los paraísos fiscales, transfiriendo de esta forma la riqueza a sitios donde sus ingresos no serán gravados.
Conclusiones
La existencia de los paraísos fiscales tiene muchos efectos. En un primer nivel, entre más bajos sean los impuestos en un país, se pone presión sobre los otros países para que bajen sus impuestos. Esto es bueno para quienes son sujetos de pago de impuestos en el corto plazo, pero el secretismo y la opacidad de los paraísos fiscales hace que estos sean atractivos para el lavado de dinero o actividades económicas ilegales que podrían dañar la economía en el largo plazo. La represión internacional sobre los evasores de impuestos muestra que estos necesitan ser más cautelosos.
Entre otros efectos, la existencia de paraísos fiscales despoja a muchos gobiernos de los recursos necesarios, en impuestos, para el financiamiento de obras sociales y el crecimiento de sus economías, dejando grandes huecos en el desarrollo de las estructuras económicas. Es por esto que muchos economistas como el estadounidense Joseph Stiglitz se han pronunciado en contra de los paraísos fiscales y a favor de un impuesto universal corporativo.
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